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Así se reafirmaron los roles adscritos al mundo público y privado. En la Constitución la mujer obtuvo la igualdad legal y con ella derechos y deberes como cualquier ciudadano, personalidad jurídica para firmar contratos y llevar sus propios negocios y bienes.
En cuanto a los temas laborales, el Estado estableció la protección en caso de maternidad e igualdad salarial para trabajos similares. La posibilidad del derecho al sufragio no se contempló. En , Hermila Galindo llevó al Congreso una iniciativa para reformar los artículos referentes al voto -el 34 y , sin resultado alguno; para hacer evidente su rebeldía participó en como candidata a diputada en la Ciudad de México.
Ciertamente la suya era una actitud subversiva y atrevida. Hermila Galindo creó junto con Artemisa Sáenz Royo la revista La Mujer Moderna. Semanario ilustrado, vendida entre y , o sea durante los años más álgidos del conflicto revolucionario. En esta publicación se planteó la reivindicación de la mujer como un asunto de justicia y abiertamente se consideró la necesidad de su entrada en el mundo público y la concesión del derecho al sufragio.
No tenemos una idea precisa de cuántas mujeres leían periódicos o libros, pero sorprende observar que en , en plena Revolución mexicana -tiempo de guerra y de batallas-, algunas publicaciones como Revista de Revistas daban cuenta de los movimientos de mujeres en Asia, Europa y Estados Unidos de América.
Probablemente esta información rendiría algunos frutos. Si la política es la ciencia que tiene por objeto marcar a los pueblos el derrotero que les corresponde en el concierto de las naciones cultas, por medio de leyes y preceptos adecuados a su medio y capacidad, tendientes a conquistar su bienestar por medio del progreso moral y material, no es, ciertamente, racional ni justo que la mujer se abstenga sistemáticamente de tener conocimiento de causa y oponer su veto.
Si la mujer es la compañera del hombre, y su igual, no hay motivo plausible para que lo abandonemos a la hora de decidir la suerte definitiva o temporal de la patria. El atrevimiento era mucho: parecía dar una vuelta de tuerca y ya no era solamente la dignidad de los roles tradicionales lo que se demandaba, sino la entrada al mundo público.
Ante el atrevimiento la cautela llegó a asomarse. En otra nota se adviertía:. Que la mujer mexicana se eleve social y moralmente hasta el grado que cumple su decoro para que se compenetre de la cosa pública, y que ella participe dentro de su capacidad y circunstancias, no implica en modo alguno el propósito de usurpar o invadir los derechos del ciudadano, no concedidos aún a nuestro sexo por las leyes actuales, no, deseamos que la mujer mexicana colabore con su esfuerzo reiterado, su intuición y perseverancia, en pro de las causas nobles y dignas, para ello no necesitamos de ciudadanías, tenemos medio propicio y terreno fecundo: el hogar.
Conseguir por ese avanzado paso, tomar parte activa en el movimiento político, por ser miembro integrante de la patria.
Eso es lo que desea, eso es lo que exige en justicia, eso es lo que se nos ha de conceder. Estas mujeres solicitaban la participación en el mundo público y seguramente se sentían capaces de hacerlo bien, puesto que a lo largo del conflicto revolucionario, en los hechos, participaron de una manera importante.
Es importante distinguir la participación política femenina sin demandas de género de las propiamente feministas -que tenían como propósito incidir en la condición de las mujeres-, y que se recogen y expresan de manera óptima en el Primer Congreso Feminista de Yucatán de Hay noticias de un congreso que lo antecede en Tabasco, en , organizado por su gobernador Francisco Múgica, pero es en Yucatán en cuando se convocó al Primer Congreso Feminista, celebrado en Mérida bajo los auspicios del gobernador Salvador Alvarado, un revolucionario que se consideraba a sí mismo como socialista.
Para Alvarado, las mujeres tenían dos áreas de desarrollo: la familia y el trabajo, y consideraba que ellas debían conocer lo referente a su sexualidad y tener un oficio para poder ganarse la vida. El Congreso se organizó para enero de con el considerando de que era necesario formar generaciones libres y fuertes en que la mujer tuviera un estado jurídico que la enalteciera y pudiera vivir con independencia, pero se planteaba también una situación que parecía novedosa: la importancia de que fuera ella misma quien lo solicitara.
Para esta autora era un problema muy serio que el matrimonio fuera el único espacio considerado lícito y moral para satisfacer la sexualidad femenina y, ante tan compleja situación, propuso una educación adecuada. Si la mujer […] tuviese una buena dosis de razón sólida y supiese pensar y discurrir justo; si en lugar de ser neurótica y tímida rebosara valor físico y cultivase el músculo y el glóbulo sanguíneo, si poseyese, como quiere Stuart Mill, la ciencia del mundo de los hombres y de las fuerzas de la naturaleza, en vez de ignorar completamente cómo se vive y tener sólo la forma y la etiqueta de lo bello, la mujer sería más dichosa y el hombre más honrado.
En su disertación expresó la tensión existente entre la naturaleza y la cultura, problema clave del pensamiento, y además planteó la proclividad femenina a caer en la charlatanería, para lo cual ella insistía en la necesidad de que la mujer tuviera amplios conocimientos acerca del mundo y de su sexualidad.
Su discurso provocó un escándalo. Ciertamente la postura de Galindo atañía tanto al ámbito público cuanto al privado, y dentro de ese sistema social, pagó su atrevimiento con el escándalo. En el Segundo Congreso Feminista de diciembre de ese mismo año, Galindo se defendió de los ataques recibidos.
Para Galindo era de estricta justicia que las mujeres pudieran ejercer el derecho al sufragio, porque si ellas tenían obligaciones sociales, consideraba que también debían de tener derechos: la mujer pagaba impuestos, ayudaba en gastos a la comunidad, obedecía las leyes, 81 de manera que debía ser tratada como ciudadana.
La autora vislumbró el problema de fondo y lo nombró con claridad:. A los que nos acusan de que queremos salirnos de nuestra esfera, respondemos que nuestra esfera está en el mundo […] La esfera de la mujer está en todas partes porque la mujer representa más de la mitad del género humano y su vida está íntimamente ligada con la otra mitad […] la esfera de la mujer está, por lo tanto donde quiera que esté la del hombre; es decir, en el mundo entero.
Galindo aceptó el argumento de que la mayoría de las mujeres eran vulgares, ignorantes y mediocres, pero replicaba que lo mismo sucedía con la mayoría de los hombres. Aceptó que muchas eran indiferentes a la vida pública, de la misma manera que lo eran muchos varones y propuso que, para evitar sacudidas demasiado bruscas, el derecho al voto se otorgara paulatinamente.
Sin duda esta pionera sorprendía por su claridad de pensamiento y por su lenguaje directo. Laura Orellana hace notar la influencia del positivismo de Comte en Hermila Galindo, del organicismo de Herbert Spencer, del feminismo socialista de August Bebel, del evolucionismo de John Stuart Mill, el darwinismo social y de un sustento de ideas religiosas que se expresan en un vocabulario cargado de referencias bíblicas.
Evidentemente su feminismo dio una vuelta de tuerca en el proceso que aquí atendemos, y la precaución de las pioneras pareció moderarse. Sin embargo los reflujos no se hicieron esperar.
El feminismo de este periodo, pautado por la experiencia límite de una guerra civil, se asumió beligerante y profundizó en la reflexión. Las mujeres empezaron a salir de la abstracción para ser consideradas sujetos sociales con problemas específicos, aunque compartían los relativos a su condición sexual.
El abanico de temas se abrió y se discutieron los más delicados, su tesitura social se destacó y las contradicciones se nombraron, aunque no se resolvían ciertamente. El feminismo no era un edificio terminado, sino en plena construcción. Después del conflicto revolucionario, el país se reorganizó mediante la institucionalización de la vida política.
Se concretaron en gran medida los postulados de justicia social enarbolados por la Revolución y para ello se construyó un aparato estatal muy fuerte. Sin embargo fue evidente que, a pesar de la participación femenina en el conflicto armado y de los derechos legales ganados y las nuevas demandas, una vez bajada la Revolución del caballo para subir al escritorio, la tradición conservadora se impuso, impregnó todas las áreas y consideró inadecuada la participación de las mujeres en la vida pública.
Sobrevino un reflujo del movimiento feminista, pero en un campo de tensión, porque algunos cambios ya habían sido implementados y muchas ideas modificadas. La tónica general era que ellas debían volver a sus añejas ocupaciones domésticas, aunque en algunos estados se daban leyes y discusiones para su emancipación: en , en San Luis Potosí, el gobernador Rafael Nieto dictó una ley para que las mujeres pudieran votar y ser votadas; en Yucatán ocurrió lo propio en Rosa Torres ocupó un cargo de elección popular en el municipio de Mérida, y en Elvia Carrillo Puerto, Beatriz Peniche y Raquel Dzib fueron candidatas a la legislatura local.
En , en Chiapas, las mujeres participaron en las elecciones. A pesar de estos logros, la tónica general era muy conservadora. La prensa diaria y los discursos oficiales daban cuenta de la obsesión por recuperar el orden y resguardar el añejo papel de la mujer como ángel del hogar.
Sin embargo, la mecha se había prendido y no era posible detener el fuego: los años veinte y treinta conformaron un periodo de constitución de grupos y de definición de problemas.
Se formaron organizaciones, se rindieron informes y se publicaron artículos de prensa y ensayos en libros o folletos. Las feministas eran beligerantes pero continuaron siendo cautas: sabían bien que caminaban sobre terreno peligroso. Ya no se trataba de abrir brecha, ahora ellas marchaban, pero sus interlocutores ya estaban alertas: el feminismo ya no era una amenaza vaga, sino un riesgo preciso.
La preocupación por la educación siguió siendo una constante, agregándose el tema del trabajo. La influencia del pensamiento marxista apareció en esta época. Fueron años en los que el acceso femenino al mundo laboral del auge porfirista disminuyó.
Mary Kay Vaughan señala que entre y la mano de obra industrial femenina disminuyó de 26 a El porcentaje de ellas sin actividad productiva también aumentó de 31 a 34 por ciento en el mismo periodo, 86 lo que habla de menores opciones de independencia económica y, por ende, de agudización de las contradicciones sociales.
En estos años se organizaron algunas reuniones fundamentales, como el Congreso de la Liga Panamericana para la Elevación de la Mujer , el Congreso de Mujeres de La Raza, organizado por la Liga de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas , y el primero, segundo y tercero congresos Nacional de Mujeres Obreras y Campesinas , y , respectivamente.
También hubieron dos congresos sobre prostitución que sesionaron en forma paralela durante , en el que se ventilaron diferentes situaciones sobre el problema. Esto daba cuenta de la conciencia respecto a los problemas específicos de las mujeres de grupos populares; el tema fue ampliamente discutido entre las feministas de clase media y alta, y sugería que la abstracción de las pioneras se superaba.
También fueron años en los que algunas mujeres intelectuales rompieron los esquemas de la tradición y participaron en el agitado mundo de la elite cultural.
Cabe apuntar que José Vasconcelos, en su calidad de titular de la Secretaría de Educación Pública, les asignó un lugar destacado en los discursos y en los hechos entre y Las mujeres ingresaron en mayor número a la universidad 88 y participaron en otros frentes de lucha, como en el Sindicato de Inquilinos o en la rebelión cristera.
Desbordaron sus estrechos límites y hasta las nuevas modas -de faldas y cabellos cortos- y la práctica del deporte rompieron esquemas y se convirtieron en un símbolo del cambio.
El Código Civil de se incluyó en la Ley de Relaciones Familiares, pero no modificó sustancialmente las cosas: las tareas domésticas y el cuidado de los hijos se mantuvieron como una obligación de las mujeres y ellas requerían permiso del marido para trabajar.
Más allá del trecho que existía entre la legislación y las prácticas de vida, estos cambios fueron importantes. El derecho al sufragio se convirtió en uno de los puntales de la nueva lucha.
A pesar de carecer de derechos políticos, las mujeres podían ocupar cargos públicos, y las luchadoras de estos años se presentaron como candidatas a puestos de elección popular e hicieron campañas políticas, aun cuando su triunfo no fuera reconocido.
En Yucatán, durante el periodo de gobierno de Felipe Carrillo Puerto , los debates y reformas que ya habían sido introducidos por el gobierno de Alvarado se intensificaron. Elvia Carrillo Puerto organizó ligas femeniles entre y para luchar contra la drogadicción, el alcoholismo y la prostitución; se promovió la alfabetización, la higiene y el control natal y se cuestionaron las condiciones del divorcio para las mujeres.
El feminismo yucateco se radicalizó por esos años y sólo perdió fuerza cuando Felipe Carrillo Puerto fue asesinado, en En el ámbito nacional muchas mujeres se organizaron y el feminismo se definió cada vez con más precisión y más radicalismo, además de abarcar a sectores más amplios de la población.
Un aspecto importante de este periodo fue la relación directa con grupos extranjeros y la asistencia a congresos y reuniones internacionales, lo que permitió a las mexicanas comparar su situación con la de mujeres de otros países, y si bien se asombraron de los derechos obtenidos por algunas, también tomaron nota de los avances feministas en culturas consideradas tradicionalistas.
Elena Torres, feminista fogueada en Yucatán 94 y Refugio García, secretaria general del FUPDM una década después, entre otras, fundaron en el Consejo Feminista Mexicano que enarboló demandas de índole social, económica y política.
Sus ideas se desarrollaron a lo largo de los años veinte y publicaron la revista La Mujer, editada por Julia Nava de Ruisánchez. Otra organización importante fue la Sección Mexicana de la Unión de Mujeres Americanas, dirigida por Margarita Robles de Mendoza, que se orientó básicamente a la demanda del derecho al sufragio y estuvo ligada al PNR.
Existían ciertamente diferencias entre los grupos y las personas, pero también había elementos comunes y poco a poco mujeres organizadas se vincularon para realizar una lucha conjunta. En Elena Torres, Eulalia Guzmán, Luz Vera y Julia Nava de Ruisánchez, entre otras, asistieron a la Conferencia Panamericana de Mujeres en Baltimore, Estados Unidos, en donde se expresó una gran confianza en el poder de las leyes para modificar la condición femenina.
Se conformó entonces la rama mexicana de la Liga Panamericana para la Elevación de la Mujer y en mayo de se realizó el Primer Congreso Feminista de la Liga Panamericana de Mujeres o Primera Convención Nacional de Mujeres, como lo llamaron en la prensa.
Las congresistas discutieron temas diversos y solicitaron la reflexión acerca de la socialización del trabajo doméstico, la creación de guarderías y de comedores para trabajadoras, las cooperativas de consumo, entre otras cuestiones.
Las yucatecas, como Elvia Carrillo Puerto, contribuyeron a radicalizar los debates al proponer la discusión del amor libre y del control natal, 95 lo que según la prensa produjo muchos conflictos y discusiones entre las participantes. En este congreso se propuso una solución socializada a la tradicional función femenina de educación y cuidado de los niños.
Las congresistas pretendían que los servicios de beneficencia fueran ejercicio exclusivo para ellas, de manera similar al servicio militar para los varones, y además pedían igualdad de derechos políticos para hombres y mujeres.
La prensa, haya sido en tono serio o satírico, se ensañó con las congresistas. El supuesto periodista interrogaba a una líder yucateca:. Boshito, ¿cómo le va? También se dieron críticas desde la solemnidad, como la de Francisco M. Sin embargo la voluntad de las feministas era fuerte y publicaron revistas de avanzada, entre las que destacaba Mujer.
Periódico independiente, con el subtítulo Para la elevación moral e intelectual de la mujer, que tuvo como propietaria a María Ríos Cárdenas. Mujer se editó entre y En su primer número, del 12 de diciembre de , declaró su simpatía por Alejandra Kolontai, ministra plenipotenciaria de la URSS en México y destacada feminista, quien seguramente influyó con sus ideas en el feminismo mexicano de esos años.
Es claro que la publicación sólo la recibía un grupo urbano y alfabetizado, es decir, perteneciente a una elite. Es claro que se iban precisando y problematizando los temas en los que se articulaba la opresión, a pesar de las contradicciones y posturas diversas entre las integrantes.
En , y se reunieron tres congresos para discutir los problemas de las obreras y campesinas, tratándose temas variados: la previsión social, los derechos políticos, peticiones laborales de índole diversa, propuestas para una nueva educación.
En esta forma raquítica surge la mujer a la palestra cívica. Incapaz de declararse superior al hombre y mucho menos deseosa de nulificarlo.
El feminismo mexicano se levanta, no con las cortantes aristas del norteamericano, no con el deseo de hacer imperar una secta, porque somos liberales, no con la visión de abandonar el hogar, porque la historia de la mujer mexicana como señora de su casa no permite tal suposición.
El feminismo de hoy, en México, lo llevan a cabo las mujeres soñadoras de lo infinito […] Pierdan cuidado los hombres que ya emancipadas las mujeres, seguiremos siendo grito de amor, culto bellísimo, emoción que inspira las dolientes serenatas.
Las mujeres mexicanas con derechos políticos y civiles, seguiremos desbordando toda nuestra alegría y todo nuestro dolor en el alma de los hombres. Aun en los congresos dirigidos a los sectores marginados, las feministas se cuidaban las espaldas.
Evidentemente la suspicacia que provocaban era mayúscula. La aspiración a la ciudadanía plena cobró fuerza en esos años y el derecho al sufragio se consideró el punto medular. Se consideraba que sin ese logro la condición femenina no podía mejorar; los argumentos de sus detractores giraban en torno a la escasa preparación que ellas tenían y, como era ya tradicional en México, eran ellas mismas quienes se encargaban de subsanar las suspicacias, de adelantarse a los argumentos del orden dominante y tratar de conjurarlos.
Las mexicanas -lo hemos visto- han demostrado un cuidado extremo de esta situación y en estos años recobraban su uso. Margarita Robles de Mendoza estableció en la diferencia que existía entre ser sufragista y feminista.
Ella argumentaba que los hombres a menudo no entendían de qué se trataba y que algunas mujeres declaraban no ser feministas cuando sí lo eran.
Definió el término de la siguiente manera:. Feminismo es el nombre que se da al movimiento moderno tendiente a defender los derechos personales de la mujer, igualmente los económicos, sociales y políticos […] El feminismo pretende hacer que la personalidad de la mujer sea respetada, que se la trate como ser humano y como a adulto consciente, no pretende atropellar, sino compartir, participar y cooperar.
Es claro que se trataba de abrir el mundo público para las mujeres, pero la ya tradicional aclaración no se hizo esperar:. El feminismo no arranca a la mujer del hogar […] Sabemos de sobra que somos diferentes de los hombres […] antes bien, pretende dárselo a la que no lo tiene y acondicionarla para ser la artífice creadora de ese santuario.
Por hogar, naturalmente, se entiende […] el recinto dentro del cual, como en un santuario, se encierren los afectos más puros, en donde impere la unificación de anhelos altos y el afán de cooperación de los miembros de la familia.
Para Margarita Robles de Mendoza el hogar era un santuario y valoraba el papel de las mujeres en él. En todos los grupos se exigía respeto para las mujeres pero no se cuestionan los ámbitos y los roles socialmente asignados. La pretensión era que la diferencia se jerarquizara de forma igualitaria, aun cuando, o precisamente porque los hombres y las mujeres ejercían funciones diferentes, pero todas ellas necesarias.
Durante la presidencia de Lázaro Cárdenas el ideal de justicia social de la Revolución mexicana encontró un laboratorio para su ejercicio.
El primer magistrado apoyó la lucha de las mujeres y los afanes previos se concretaron alrededor del Frente Único Pro Derechos de la Mujer FUPDM , que aglutinó en su mejor momento a organizaciones femeninas y feministas de diversa índole y consiguió sumar entre sus filas a más de 50 mil mujeres de muy diversas posiciones.
Al interior del primero se consideraba, grosso modo, que la cuestión de las mujeres tenían un sentido propio, que debía tratarse en forma particular mientras que las comunistas pensaban que la condición femenina era una consecuencia de la desigualdad social, de manera que sus afanes deberían subordinarse a esa lucha primordial.
La humanidad se compone de dos seres diferentes entre sí que son mujer y hombre. Cada uno tiene un funcionamiento biológico diferente y a partir de tal diferencia debe organizarse su vida, pues tan absurdo y monstruoso sería sujetar al hombre a vivir como mujer, que a ésta a vivir como hombre.
La diferencia biológica no implicaba inferioridad. Michel no asimilaba el problema de la mujer al de su clase social, aunque lo consideraba importante.
Su planteamiento puso el dedo en la llaga al considerar que la diferencia de orden biológico, tan mencionada en el feminismo mexicano, no excluía la igualdad social, que era de justicia. Al interior del Frente hubieron grupos con condiciones, ideas religiosas o clase social diversa, de manera que observaban la realidad desde atalayas plurales, pero estaban conscientes de que enfrentaban una lucha común, y el tema que las aglutinaba era la demanda por el derecho al sufragio.
El FUPDM significó un paso fundamental de la teoría a la militancia, de la reivindicación de la mujer abstracta, que enarbolaban las pioneras, a demandas concretas, necesarias para mujeres insertas en un contexto dado. De esta manera sintetizó los esfuerzos de los años previos.
Aparentemente el presidente Cárdenas estaba dispuesto a otorgar el derecho al sufragio a las mujeres. Recibió muchas cartas de agradecimiento de las feministas, entre otras una de Margarita Robles de Mendoza:.
Este será también el día en que su gobierno se cubra de gloria, porque será cuando nuestro pueblo demuestre al mundo su fe y su creencia en el juicio de las madres mexicanas.
Otros […] escribieron versos hermosos para las madres de México; usted, señor Presidente escribe la página más elocuente, el poema más bello, el canto más completo, porque escribe un capítulo de su justicia.
Sin embargo, eran felicitaciones adelantadas: el decreto no salió publicado en el Diario Oficial. Durante este beligerante periodo, se redactaron textos que daban cuenta de la dureza de la lucha y de la ya conocida precaución.
Aunque en forma menos manifiesta, la cautela seguía vigente y daba cuenta tanto de la crítica recibida cuanto de la conciencia sobre la gravedad de sus demandas.
Dolores Hedúan de Rueda, representante del Departamento Feminista de la Unión de Revolucionarios Agraristas del Sur URAS , analizaba el tema del sufragio y se preguntaba si acaso el sufragio femenino amenazaba la tranquilidad familiar. Sin lugar a dudas el ambiente general era de reticencia, pues de no ser el caso, ¿para qué la explicación?
En la lucha por el derecho al sufragio se estrelló en el fracaso, y frente a la inminencia de la segunda guerra mundial el feminismo mexicano decayó. Los nombres de Amalia Caballero de Castillo Ledón y Margarita Robles de Mendoza dan algunas luces sobre este periodo oscuro y difícil en el que se insistía en la prudencia.
Sería necesario esperar a los años setenta para un renacimiento del movimiento. Seguramente se trataba de ambas cosas: Las mujeres construyen su conciencia, al igual que los varones, a partir de un acervo dado de información, de la cultura de la que abrevan y con la que comparten los valores.
Incluir nuevas perspectivas para comprender los problemas sociales implica rupturas y dolores y, por ende, reclama cuidado y paciencia. Todo esto lo tuvieron nuestras pioneras.
Más allá de sus límites, ellas lograron establecer las bases posibles de la lucha en esos sus años. La historia del feminismo mexicano ha sido muy ardua, como lo ha sido también en otros países. En el periodo aquí tratado el movimiento nació, se consolidó y se volvió complejo.
Es importante el rescate de su proceso, porque hace más de un siglo que la cuestión ha estado presente en el debate por la nación, así sea de una manera marginal. Más allá de lo ingenuas que pudieran parecer algunas de las discusiones que fatigaban a nuestras abuelas, se impone entender que ellas enfrentaban resistencias muy fuertes y que su prudencia ayudó a cambiar la mentalidad tanto de los hombres como el de ellas mismas.
Su notable labor construyó el piso sobre el que actúan las feministas del México de hoy. La conciencia femenina de las pioneras, su conciencia de la diferencia y aceptación de los roles sexuales asignados, sentó las bases para el feminismo que quería cambiar las cosas, pero se mantuvo como una de sus partes constitutivas, demostrando, como plantea Temma Kaplan, que este elemento es muy importante porque politiza la vida cotidiana, pero además, cabe agregar, porque propicia la reflexión.
La conciencia femenina puesta como estandarte de la lucha feminista, la prudencia como táctica en ese ambiente espinoso, permitió avanzar, aunque fuera lentamente, a nuestras abuelas.
Su lucha nos hace ver los vínculos y las tensiones que existen entre la conciencia femenina y la feminista, el proceso de continuidad entre ambas. Fuera por convicción o por táctica, estas mujeres vincularon su resistencia con la demanda para cambiar sus condiciones de vida, supieron llevar las inquietudes de orden privado a la arena de la discusión pública y discutir sus labores, tanto productivas como reproductivas.
Actualmente destacamos la importancia de la cultura más que de la biología en la construcción del género, y nuestra lucha pretende modificar las estructuras sociales. Las feministas de hoy se permiten construir sus acciones a partir de demandas propias y no tanto como una reacción al orden establecido, sin expresar justificaciones o advertencias a los varones, se demanda la equidad sin renunciar a la diferencia y se argumentan matices teóricos fundamentales para la discusión.
La manera de incidir ya no es solamente aprovechando coyunturas favorables, y hasta cabe preguntarse si debemos hablar de una estrategia de género más que de una táctica de lucha, de acuerdo con las categorías de De Certau. Sin embargo, sin las luchas de nuestras antecesoras, ninguno de los logros que hoy parecen haber estado ahí desde siempre hubiera sido posible.
Acevedo, Marta, El Diez de Mayo, México, SEP-Cultura Memoria y olvido, Imágenes de México, 7 , Na realidade, indo direto ao ponto, mesmo materialmente falando, tudo é de cunho moral. Como cada ser se encontra em estágio diferente de moralidade, fruto de suas conquistas e méritos, eis aí as causas dos atritos, erros, confusões, enganos, quedas e infortúnios, mas, também de exemplo, equilíbrio, sabedoria, de domínio sobre si mesmo.
Obrigado Odilon pela observação. Concordo contigo, por mais que se tente afastar a moral, ela estará presente nas discussões, nas escolhas, ou seja, na atividade humana. E a título de meditação: e dentro da sua exposição, a humanidade está realmente progredindo? Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly.
This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information. Lewis Depois de um intenso debate filosófico com Owen Barfield iniciado em que durou muitos anos, C.
Tags: C. LEwis , Filosofia , humanidade. About Post Author Luís Fernando Pires Braga Advogado. Recent Comments Odilon Rocha Março 31, pm Responder Excelente assunto para debate e reflexão. guedesebraga Abril 2, pm Responder Obrigado Odilon pela observação.
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